El MoMA, el edificio Empire State, Rockefeller Center, el majestuoso Central Park, la Quinta Avenida, la visita al Museo Guggenheim, el Puente de Brooklyn, Soho Noho y Nolita, Wall St, la afamada estatua, la Zona Cero, entre otros sitios; son lugares a los que nadie se resiste a conocer. La ciudad que concentra la muestra de arte de los siglos XX y XXI que no pocas ciudades del mundo envidiarían y desearían tener, podemos encontrar lo mismo a Isamu Noguchi, Andy Warhool, Gutai, Mies van der Rohe que a Matisse, Picasso, Rivera o Gehry.
Ahora es el momento de hablar de dos importantes acontecimientos que relaciona a esta ciudad con la nuestra a través del arte, Rivera e Isamu Noguchi, para ello es necesario visitar un mercado, un palacio e imaginar un desfile en la Plaza Roja de Moscú, el palacio es el de Bellas Artes y el mercado es el Abelardo Rodríguez.
Con motivo de la conmemoración del décimo aniversario de la Revolución de Octubre, Diego Rivera viaja a Moscú siendo director de el Libertador y secretario general de la Liga Antiimperialista como miembro de una delegación de obreros y campesinos invitados. Rivera absorto y tomado por el espíritu revolucionario no podría hacer otra cosa que plasmar los echos en las hojas de sus cuadernos. Ese mismo año saldría de Moscú debido a celos profesionales que causó su gran acercamiento e influencia ideológica sobre los discursos del régimen soviético respecto a el arte, ocasionando confrontaciones con los artistas modernos rusos a los que se les consideraba elitistas y alejados de las masas a quien se debería llevar el arte; por lo cual Diego regresa a México en donde pintara sus murales en Palacio Nacional.
Cuatro años después llegaría al MoMA para montar una exposición de frescos móviles, mientras eso acontece los Rockefeller están en la construcción del grandioso proyecto que es el Rockefeller Center, los Rockefeller en una constante conexión con las últimas corrientes de la vanguardia y patrocinadores del arte apoyando programas como el Federal Art Project, planearían la incorporación de obras de arte a su fabuloso conjunto confirmando así sus ya conocidas pretensiones culturales, con lo cual en 1932 Nelson Rockefeller invitaría a Diego para intervenir el vestíbulo del edificio principal, en un concurso con el tema de "el hombre en la encrucijada, contemplando con esperanza y ambición la elección de un futuro nuevo y mejor" al que fueron invitados a participar Picasso, Matisse y Rivera. Picasso se negó a recibir a los Rockefeller, a Matisse no le interesó el tema propuesto y Rivera se molestó por pensar que participaría en un concurso teniendo gran fama internacional, al final Rivera es convencido por los Rockefeller con la condición de que se cambiase la cromática del mural en el qué sólo podía pintar en blanco, negro y gris, a pesar de ser seleccionado no se colocó por negarse Diego a quitar el rostro de Lenin, el mural lo reconstruiría en 1934 en el Palacio de Bellas Artes en México DF.
En el mural Diego plasma un cosmos visto a través de un telescopio y una bacteria, vista desde un microscopio, gérmenes responsables de las enfermedades venéreas sobre la cabeza de las mujeres jugando a las cartas; formando dos diagonales con la ciencia de lo micro y lo macro; con hordas de soldados con máscaras y uniformes de la Alemania nazi, representa a la guerra química; los ricos sus placeres y degeneración e muestran en un capullo metálico mientras están rodeados del sufrimiento de la clase trabajadora explotada; rumbo a un nuevo orden social, confiando en la luz de la historia y el materialismo dialéctico, marchan las organizadas las masa soviéticas, Lennin muy cerca del centro aparece con el pacto subversivo entre el soldado, el agricultor negro y el obrero blanco, al centro de todo ello el hombre, un obrero controlando la energía vital gracias a la máquina, energía intersepción de las elipses cósmicas, energía que va hacia la máquina controlada por el obrero para convertirla en energía productiva; las masas arrastradas por la crisis y difícilmente contenidas por la policía amenazando a los ricos envueltos en el capullo protector, una industria bélica creciente y la deidad benevolente que hace funcionar la electricidad; en mural desagradable para la burguesía y que seis meses después perdería la batalla y sería destruida.
Una vez visitado el Palacio de Bellas Artes, habrá que caminar un par de cuadras hacia el este para llegar al mercado Abelardo Rodríguez para descubrir una obra de Isamu Noguchi, escultor y diseñador hijo de padres japones nacido en Los Ángeles California. Escultor abstracto, influido lo mismo por Joan Miró que Picasso, cosmopolita, viajero, diseñador por igual de muebles, plazas, fuentes y jardines esculturales cómo el del Chase Manhattan Bank, escultor y diseñador de lo urbano.
Entre 1934 y 1936 se realizan los trabajos de instalaciones culturales y murales del mercado, por esos años Isamu Noguchi ante sus infructuosos intentos para integrarse en la administración de projectos como el Works Progress Administration Art Program en los proyectos y habiendo conocido a José Clemente Orozco por cuya obra siente admiración y fascinación, dejaría atrás Nueva York para ir California y después emprender el viaje a la Ciudad de México invitado para colaborar en el proyecto del mercado por Marion Greenwood una compatriota y amiga suya que estaba trabajando como muralista a quien había conocido en París en 1928 y que había intercedido ante Diego Rivera para que permitiera a Noguchi trabajar en dicho proyecto.
Como una característica de las diferentes influencias culturales tanto por su origen como por su andar, mostró una actitud de apertura a diversos contextos sociales y artísticos, como el mexicano, compartió las inquietudes de un arte socialmente comprometido. Entonces se le brinda una pared para esculpir y así creó su primer gran obra de ladrillo tallado y concreto coloreado Historia de México en un formato de 2 metros de alto por 22 de largo. En esta obra confrontó sus ideas de arte público con la ejecución concreta de una obra dentro de esta búsqueda.
En el relieve mural presenta al socialismo como la vía para el cambio frente a la explotación de los trabajadores y relacionando a los símbolos del capitalismo con lo negativo . Aunque lo importante es la integración plástica que se logra y el poder llevar a la práctica las ideas acerca del arte público comprometida con la sociedad y que no sólo se hace por intereses lucrativos.
Cuando visite NY y entre al Rockefeller Center, camine por el Chase Manhattan Bank, o visite el museo de Noguchi en Queens, espero exista una pizca más de curiosidad y sepa más sobre la influencia que causaría México en NY del siglo XX más allá del restaurante Chipotle para después tomarse la foto del recuerdo que estará junto a la de la sopa Campbell y su deseo de comer un hot dog de 4 dolares sentado en una banca después de su cansado día.