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viernes, 9 de mayo de 2014

COLORES, FORMAS, MEMORIA Y AMNESIA

Estucos y evocados seres antropomorfos, grandes basamentos y techos de zacate se han hundido
Líneas rectas surcadas por cruces, torres y  cúpulas.
Muros vestidos de rojo y adornados por cantera gris de formas caprichosas y sinuosas
Otros tantos muros rivalizando con su sobriedad de cantera 
En otras ocasiones los muros son cubiertos por plastas de cal y color, azul, amarillo o rojo
Pero ambos al fin vencidos por otra masa gris, esta vez una masa burda y de expansión irracional.

En la ciudad de lo irracional, el éxtasis y la congestión la memoria se borra, lo excelso se olvida y lo común se privilegia.


Los brillos espejeantes de las ondulantes aguas ahora son reproducidos por vidrieras de simplicidad
La acequias, canales y empedrados han cedido sus causes al asfalto y el polvo
Y así como la memoria sólo nos trae recuerdos de sed, la vista añora los campos verde esmeralda
Los habitantes de la ciudad atraídos por la fantasía de sus luces como los mosquitos en la noche
En una ciudad que crece con prisa, con edificios monstruosos y otros más de calidad sublime
Con unidad en algunas ocasiones heterogéneos en otras, el habitante uno más entre un sin fin
Realidades colectivas, sueños diversos.



Consiente y pasivamente los ciudadanos han cedido el azul del cielo a una cancerígena nata gris
Y en ocasiones la nostalgia de un lago crea el caos en la noche, que con furia como la del que quiere recuperar lo suyo, escurre por la cuenca que convierte a esta en una ciudad galleta.




Por la mañana los estragos dan paso a la claridad en la que redescubrimos el azul celeste.
Aunque ya no haya nieve ni hielos perpetuos, de fondo se dejan reencontrar los impresionantes contornos de vigías legendarios que entre  y sobre  las nubes se posan apacibles e imponentes.



Atrapados por la ciudad encontramos y pequeños rincones congelados en el tiempo, en el imaginario
Últimos reductos de aquello que fue y no será



Repentinamente esa imagen desaparece y nos volvemos a sumergir en una realidad de sueños, algunos que no pudieron nacer ni llegar a ser, otros convertidos en artificios que surcan el cielo, todos con la promesa de tiempos de prosperidad y grandeza.

Siempre frenética, en ocasiones desesperante, otras hace detener el tiempo, cambiante en cada esquina, inicia siempre un nuevo día, de destino incierto en una lucha cotidiana para subsistir.
Reconstruyéndose siempre escarbadas están sus entrañas como si se tratase de sembrar acero.

Así es Ciudad de México, la ciudad de los colores.