Cuentan los conocedores paladares que en el México tradicional la comida siempre ha sido pieza fundamental de la vida y la convivencia, cinco es el número que veces que una familia promedio comería al día y nada mejor que saborear una espumosa taza de chocolate después de la comida.
En las calles de la ciudad se respira un aire afrancesado, los anhelos del estilo europeo llegan a las casa y las mesas comenzando por la del presidente Don Porfirio Díaz. Pero comer tantas veces, tomar chocolate y peor aún sorber del platito de la taza el chocolate que caía, era visto como una barbarie en esta nueva era de gusto extranjero; el café sustituiría al delicioso chocolate sobre las mesas de aquellos que quisieran estar a la vanguardia.
Comer mucho era de mala educación así es que los momentos de la comida deberían reducirse y las viejas fondas y cantinas deberían dar paso a los sofisticados "restaurantes" cuya distinción sería ofrecer agua con hielo cosa que no sucedía en las mesas de ese entonces y un hecho aún más inusitado, la aparición de la mantequilla, ¿Qué era la mantequilla?, ¿Para qué se usaba?, nadie estaba seguro pero eso era lo de menos, quien quisiera estar vigente en un país y una ciudad con anhelos de prosperidad construidos en mármol, acero y moldeados lo mismo por Boari que por Rivas Mercado; que daba pujante cual ferrocarril con un fondo de vals sobre las olas, la bienvenida al nuevo siglo; tendrían que incorporarla a sus nuevas costumbres.
Comer mucho era de mala educación así es que los momentos de la comida deberían reducirse y las viejas fondas y cantinas deberían dar paso a los sofisticados "restaurantes" cuya distinción sería ofrecer agua con hielo cosa que no sucedía en las mesas de ese entonces y un hecho aún más inusitado, la aparición de la mantequilla, ¿Qué era la mantequilla?, ¿Para qué se usaba?, nadie estaba seguro pero eso era lo de menos, quien quisiera estar vigente en un país y una ciudad con anhelos de prosperidad construidos en mármol, acero y moldeados lo mismo por Boari que por Rivas Mercado; que daba pujante cual ferrocarril con un fondo de vals sobre las olas, la bienvenida al nuevo siglo; tendrían que incorporarla a sus nuevas costumbres.
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